jueves, 20 de octubre de 2011

¿Por qué invertir en el espacio?

Mucha gente se pregunta y le pregunta a los demás, “¿de qué sirve invertir en el espacio? ¿Por qué no usar ese dinero aquí abajo, donde se necesita?” Así mismo, algunas de las personas que están de acuerdo en la inversión espacial no tienen muy claro de qué ha servido, en qué sirve y qué beneficios nos dará. Neil DeGrasse Tyson en el video ¿Qué es la NASA? expone algunos argumentos, y aquí vamos a ahondar más en el tema. A pesar de que este artículo hablará solamente sobre la inversión espacial, la idea es aplicable a otros campos científicos.


Nadie quiere invertir teniendo incertidumbre. Incluso si la inversión es indirecta, como en el caso del dinero generado por impuestos, el inversionista (el ciudadano en este caso) no está conforme sino se le explica a dónde irá a parar ese dinero. Investigaciones genéticas, estudios climatológicos, análisis sobre métodos de conseguir energía, investigación nuclear, nanotecnología, materiales inteligentes, mecánica y computación cuántica, telescopios, radiotelescopios, células madre, alimentos transgénicos, etc. Cuando no se les explica a las personas qué se investiga y para qué servirá, se genera rechazo y duda. No se acepta. Las investigaciones sufren paros y atrasos. El mañana no llega.


Por eso hablaremos en esta ocasión del espacio, y si nos quedan fuerzas en un futuro hablaremos sobre otros campos tan prometedores como este.



El espacio y lo que contiene, aunque lejano y casi inaccesible hasta hace poco, tiene implicaciones bastante cotidianas. Nuestro día está determinado por la rotación planetaria; nuestro año se da por el fenómeno de traslación de la Tierra. Nuestro mes se debe al ciclo lunar y nuestras semanas a sus fases. Hemos usado las constelaciones para navegar por mares desconocidos y poder regresar sanos a casa. La inclinación del eje terrestre nos brinda las estaciones y la Luna nos da mareas. Incluso, los meteoritos llegan con su devastador poder arrasando con todo lo que pueden, y la vida lejos de amedrentarse se renueva con más bríos y variedad. Nuestras auroras son por la interacción de partículas de alta energía que llegan y colisionan con el campo magnético terrestre.

Todo tan cotidiano que nunca nos hemos puesto a pensar de dónde vienen. Y eso está mal. Más recientemente, a pesar del nuevo rechazo a no disminuir la inversión destinada a actividades espaciales en la NASA, todos se encuentran muy cómodos usando la televisión viendo programas de USA en Europa, Latinoamérica y prácticamente cualquier parte del mundo y viceversa; usando sistemas GPS para guiarse en el automóvil o usando internet diariamente. Los celulares son imprescindibles; los noticieros anuncian diariamente el clima y de los días que siguen, con suficiente exactitud en los subsecuentes dos días como para ser fiable; efectos del cambio climático; llamadas VoIP; mensajería instantánea; fotografías bellas obtenidas del Hubble; cámaras digitales, etc. Todo esto sería imposible sino hubiese habido antes una inversión que nos permitiera salir de la Tierra.
Soyuz en órbita.

Salir de la Tierra no es fácil. Se necesita vencer a la gravedad y para ello ocupa de un empuje considerable, entre 30% y 50% más del peso total de la nave, como mínimo, además el transbordador espacial utilizado por la NASA necesita de más de 27.000 km/h o 7.5 km/s para salir al espacio y quedarse en órbita. Las naves Soyuz rusas alcanzan una velocidad de 8 km/s o 28.800 km/h. Los Apollo fueron más allá y necesitaron superar los 40.000 km/h u 11 km/s. Ahora vemos que esos enormes tanques de combustible no son un derroche, sino una clarísima necesidad.

Sí, salir es difícil; regresar es igual. O peor. Todo radica en esos pequeños instantes de entrada a la atmósfera: si entras muy inclinado, te incineras; si entras muy abierto, rebotas y te pierdes en el espacio.
Transbordador utilizado por la NASA. 
Además, estar allá afuera es peligroso. Se deben contar con defensas contra la radiación y estar pendientes de llamaradas solares. Monitorear el espacio circundante y tratar de no estar en la mira de algún pedazo de basura actuando como proyectil perdido de alguna misión pasada, ya que, viajando a esas velocidades, un simple tornillo es mortal. Las caminatas no son tarea sencilla. Ponerse el traje espacial requiere de una persona más que ayude al que saldrá, y éste deberá estar todo el tiempo usando un arnés y una cuerda para no salir despedido. Si una herramienta se suelta, puede darse por pérdida.

También la estadía no es del todo placentera. Los huesos se debilitan; las duchas son casi imposibles; las necesidades fisiológicas como orinar y defecar se vuelven literalmente una odisea y comer puede provocar náuseas recurrentes. Y al estar todo sellado, los olores no son fáciles de sobrellevar a veces. Sí, lo que sufres en el camión cuando va lleno, también pasa allá arriba.

A pesar de todas estas complicaciones, que en un principio parecían insalvables, el beneficio supera en demasía a estos inconvenientes. Ya he mencionado los aspectos más conocidos y básicos, resumidos en el uso de satélites para internet, GPS, telefonía, etc. Pero no sólo eso nos ha brindado nuestra incursión en el espacio. Hemos enviado sondas a Mercurio, Venus, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno y a varias de las lunas de estos planetas, y aprendiendo de ellos, hemos aprendido más sobre nuestro hogar. Por ejemplo, la investigación del campo magnético casi carente de Mercurio nos permitió descubrir que efectos tenía el de nuestro planeta y de qué y cómo nos protegía; el análisis de la atmósfera venusiana nos dejó avanzar en nuestros estudios climatológicos globales y regionales. Incluso una de nuestras sondas, la Voyager 1, ha posiblemente salido ya del Sistema Solar. Estas naves y sondas no sólo han estudiado sus planetas o lunas de destino, ni hecho solamente mediciones en el camino, sino que han volteado a ver al planeta de donde salieron, y más allá de la ciencia en esas fotografías, hay un aspecto profundamente filosófico en ellas. Por primera vez veíamos la Tierra como lo que era, un punto azul pálido flotando en un rayo de Sol, como decía Carl Sagan. Bajo la luz que se desprendía de esta imagen, se borraron las fronteras. Se borraron las diferencias. Se borraron los países y las guerras. Tan lejos, sólo veíamos un mundo y su obvia fragilidad. Somos la primera especie sobre la Tierra y su historia que ha pisado otro mundo.
Disco de oro en Voyager 1. Contiene sonidos
de la Tierra e información sobre el planeta. 
Esto es increíblemente magnífico si consideramos que, cuando pisamos la Luna, teníamos  apenas 66 años de haber podido volar. En esos años, la ciencia y la tecnología dieron un brinco exponencial. Pasamos de elevarnos apenas unos metros a visitar otro mundo.

Pero hay algo más. Hace siglos, el mundo estaba dividido. La sociedad oriental se encontraba casi aislada. El mundo europeo creía que el planeta solamente era del tamaño hasta donde llegaban sus últimas fronteras conquistadas. Aquellos que se aventuraban más allá de esto, eran héroes. Inexorablemente, llegamos al límite verdadero; aquel donde no había más tierra para explorar. Nuestra naturaleza aventurera y ávida de conocer otros lugares recibió un chasco duro y frío. El mundo, después de todo, es pequeño. Es en esta época, en la que hemos derrocado esa frontera. De repente, había más lugares para explorar. El mundo seguía siendo pequeño, pero ahora solamente era el punto de partida hacia la inmensidad del espacio. Un punto, literalmente, de partida. Podíamos volver a tener héroes que nos hiciesen sentir orgullosos, no sólo de nosotros mismos, sino de todo lo que somos. De hacia dónde vamos. De lo que hemos hecho.

Los beneficios, además de los obvios como son el mantenimiento, integración y mejoramiento de lo ya existente, como los satélites de telecomunicaciones, son otros todavía desconocidos pero seguros. El espacio es un magnífico campo para la investigación, y un terreno completamente distinto donde nuestra sed de conocimiento puede tomar un buen trago. Los beneficios no serán inmediatos, sino a largo plazo, pero la recompensa sin duda será satisfactoria.

Imaginemos a Colón cuando viajo hacia la India (el creía viajar hacia allá) y terminó llegando a América. Muy probablemente había innumerables detractores de su idea. ¿Para qué viajar a un lugar conocido por una ruta desconocida y posiblemente más peligrosa? ¿Qué beneficios tendría? Para la gente, tener la simple respuesta de que sino llega a servir de algo, nos daría el conocimiento de que no sirve, no les satisface. La historia nos cuenta como terminaron las cosas. Tierras nuevas, riquezas nuevas. Saquearon el continente, es verdad, y eso hizo que el viaje haya valido la pena (al menos para ellos, claro está). No sólo encontraron lo que buscaban, sino cosas nuevas; nuevas especies animales, nuevos idiomas, nuevas creencias, nuevos vegetales, nuevas costumbres, nuevas enfermedades.

América se hizo pobre materialmente, pero rica genética y culturalmente. En cierta forma, ambos ganamos. Europa aumentó su riqueza material y América ganó variedad genética y cultural. Fue el primer paso, algo infructuoso, hacia la globalización.

Posibilidades y soluciones nos abordan si nos aventuramos a salir. Algunas, algo más lejanas todavía, como la minería espacial. ¿Para qué hacer enormes agujeros y derrochar tanta energía buscando minerales cuando hay asteroides rebosantes de ellos? Mover esa masa en el espacio es mucho más barato que moverla en la tierra y menos dañino para el ambiente, al dejar intactos esos lugares de potencial explotación.
La Tierra vista por la Voyager 1 a una distancia de 6.43 mil millones de kilómetros.
"Un punto azul pálido suspendido en un rayo solar." Carl Sagan 
También nuestra carencia de agua potable podría ser solucionada con los asteroides. Sabemos que gran parte de ellos contienen enormes cantidades de hielo. O que los anillos de Saturno son en su mayoría fragmentos de hielo, que en conjunto, superan con creces el agua disponible en los océanos terrestres. La energía podría tener un nuevo combustible al explotar locaciones con Helio 3 (nuestra misma Luna tiene grandes cantidades). Por no hablar de colonias en Marte y otras lunas del sistema solar. Expandirnos. Salir de la cuna y empezar a madurar. Iniciar nuestra aventura como una especie cuyo territorio no es un planeta, sino un sistema.

Ganamos en ciencia, tecnología, comodidad, filosofía, seguridad. Perdemos límites, eliminamos barreras, quitamos temores. Abrimos el camino que puede asegurarnos un poco más un futuro brillante. El mañana llega.

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